Parte I
El otro día recordábamos que ya
han pasado cuatro años desde que hicimos el Camino de Santiago con el equipo.
Nos aventuramos a hacer un tramo durante la pretemporada del año olímpico
(2011-2012), asumiendo el riesgo que eso conllevaba, pues a los peces hay que
cuidar de no sacarlos mucho rato fuera del agua… Y ninguna podía volver
lesionada de ese lugar. Así que acostumbradas a pasar más de la mitad del día
flotando en un medio ingrávido, de repente tuvimos que convertirnos en
terrícolas de verdad y pasar un montón de horas tocando el suelo, caminando y
cargando la mochila de rigor, con lo cual la cosa se puso interesante.
Recorrimos unos 180 km del Camino
francés, que abarca 775 km desde su inicio en Roncesvalles. Este es el camino
tradicional y tal vez más conocido, pero no el único, pues existen muchos más registrados en las guías excursionistas. Como nos dijeron una vez: “El Camino
de Santiago empieza en la puerta de la casa de cada uno”. El sendero en si no
tiene ninguna complicación, pero siempre hay que tener en cuenta las
condiciones ambientales y como equiparte según la distancia que te propongas.
Tardamos 6 dias en recorrer 8
tramos, desde Villafranca del Bierzo hasta Santiago de Compostela, porque como
siempre tuvimos que darle nuestro toque emocionante y medio psicópata al asunto
doblando algunas etapas. Es decir, que salíamos de un pueblo por la mañana y en
cuanto llegábamos al fin de la jornada, marcada por las guías populares,
nosotras recorríamos también la siguiente. En resumen, que lo dimos todo y
descubrimos que el cuerpo humano puede llegar a límites insospechables.
Y como no podía ser de otra
manera… Para aventuras de élite, imprescindible la indumentaria de élite.
Imagínate la estampa: todo el equipo (nadadoras, entrenadoras, preparadores
físicos, doctor, fisio y cámara infiltrado para grabarlo todo y dejar
constancia de que si surgía alguna hecatombe por lo menos lo intentamos), unas
20 personas en total, la mayoría fuera de nuestro hábitat natural y encima
preparadísimas con todo tipo de palos, gorros, cremas, aislantes, abrigos,
chubasqueros, capelinas, calentadores, protectores, impermeables… Menuda
banda. Al final se nos empapó hasta la
ropa interior y nos salieron ampollas en la primera esquina, pero allí
estuvimos, al pie del cañón. Hay que decir que en general nos caracterizamos
por ser bastante motivadas y querer estar siempre al nivel de las expectativas,
por costumbre, y también por lo que pueda pasar.
Pies terrestres a sus puestos |
Comitiva bastones del tío Gepeto |
Y para no manchar el historial,
durante el Camino, entre quilómetros, tabernas y albergues, fui escribiendo
nuestras peripecias y aventuras, para poder recordarlas siempre sin peligro de
traición de mi cerebro de Dori (que suele caracterizar a los de la estirpe
acuática). Así pues, hoy he abierto ese cuaderno para recordar y compartir
algunos momentos que vivimos y que, porqué negarlo, también sufrimos durante
esa excursión, una de las más intensas de nuestras vidas. Y ya de paso, con
perspectiva y sentido del humor, nos reímos todos un poco.
Como el cuaderno de bitácora
ocupa unas cuantas páginas voy a adaptar el capítulo más duro de todos, la
penúltima etapa del camino, Melide – Lavacolla, donde después de haber andado
durante cuatro días nos marcamos 39 km. Pasando totalmente desapercibidas, como
unas profesionales de la vida terrenal…
Disfrutando un poco de la brisa de otoño |
27 de octubre de 2011
Pies acuáticos manifestándose en contra de la tortura terrenal |
Pero él no contaba con que entonces no teníamos más bultos en los pies que una serpiente comiéndose a un colibrí vivo, ni llovía a cántaros, ni hacía frío, ni caminábamos haciendo zigzag, ni corríamos haciendo esquí de fondo por las bajadas para no cargar las rodillas, ni parecía que lleváramos un caballo entre las piernas ni una pata de palo como el más viejo de los tripulantes de un barco pirata, ni nos apoyábamos en los bastones como si nos fuera la vida en ello o nos movíamos medio trastornadas por algún ser imaginario dando lugar a pasos asincopados, arrítmicos y anormales, tampoco parecíamos Gandalf el gris en una de sus misiones, ni mantis religiosas con las mangas colgando empapadas, ni monjes con una sotana-capelina tan estrecha que para saltar un charco escenificábamos el hundimiento del Titanic, ni tampoco traíamos unas ojeras de aquí a Cuenca por quedarnos cantando todas las noches hasta las tantas como si estuviéramos de convivencias… Así que, según parece, las perspectivas en la quinta etapa son bastante más aterradoras de lo previsto…
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