jueves, 27 de julio de 2017

Sincro en la mochila

Que tire la primera piedra quien nunca haya intentado desconectar de la sincro por un tiempo y el resultado haya sido algo parecido a esto:

Búzios, Río de Janeiro. Chapada Diamantina, Bahía (Brasil)
Barú, Cartagena de Índias (Colombia)
Gold Coast y Moreton Island, Queensland (Australia)

Podríamos cambiar la palabra sincro por cualquiera que sea tu rutina o práctica o hábito del día a día. En mi caso, después de seis meses de viaje -que inicié después de dejar el equipo- compartiendo ruta con personas de todo el mundo, además de algunxs amigxs y familia, puedo asegurar, avalada por mi infalible método de estadística mental, que nadie es capaz de viajar sin poner en práctica sus habilidades más notables...

Lxs músicos que conocí se las apañaban para improvisar un grupo de percusión en cualquier lado con cucharas y ollas oxidadas, o para que la guitarra con dos cuerdas rotas, que les había dejado el vecino de la calle de arriba, sonara mejor que Rodrigo y Gabriela en concierto; artistas del pincel se ganaban el alojamiento pintando murales y retratos en albergues y posadas; mi primo Roger, que es veterinario, identificaba cada especie animal que se nos cruzaba por los bosques y la selva cual National Geographic; Max, alias el-hermano-de-Ona y doctor cum laude hasta el infinito en biología humana, acabó dando una clase de biología sintética en portugés en la Universidad de Manaus. Y así vayan pasando.


Mi particular vuelta al mundo desde otra perspectiva
Cuestionando el eurocentrismo y el planteamiento norte/sur, opresor/oprimido

Apunte: aunque parezca que el dibujo lo hice cuando iba a parvulario, fue ayer. Con todxs ustedes: el mapamundi con la ruta más extraña jamás hecha y su breve leyenda por si alguien se pregunta si tomo LSD o le interesa saber cómo conecté estos tres países: Australia, Brasil y Colombia, aparentemente inconexos. Empecé volando a nuestras (casi) antípodas -estrictamente son Nueva Zelanda-, de allí cogí un avión hasta Río de Janeiro, donde, además de caer en picado por abismos misteriosos, estuve narrando con Julia Luna los JJOO de sincro -de momento fingiremos que ni la FINA ni el COI han cambiado Natación Sincronizada por Natación Artística-. Luego bordeé la costa brasileña hacia el norte, de Bahía me moví hacia la desembocadura del Río Amazonas y lo remonté en la dirección opuesta a la corriente hasta llegar a la frontera con Colombia, donde visité una parte del interior y el Caribe.

Volver a lo que ya sabías

Entonces, sales de tu cotidianidad con la intención de explorar nuevas experiencias y acabas recurriendo a los trucos que tenías guardados bajo la manga -a veces intencionadamente, si, por ejemplo, tu viaje se finanza con los números de circo que interpretas en los semáforos, y otras sin ser del todo consciente de ello-. Seguramente lo bonito es encontrar la innovación en aquello que ya sabías o hacías en tu cotidianidad: tocar instrumentos medio averiados o distintos a los que existen en tu región, reconocer animales en libertad en vez de encerrados en una clínica, impartir una lección en un idioma que hablas desde hace solo tres meses... O practicar sincro sin cloro! 

Y quien haya sido nadador/a sabe perfectamente que este detalle lo cambia todo. Da igual si lo has intercambiado por sal, algas, aguas turbias, pirañas, cocodrilos, mantas raya, serpientes acuáticas y otros parásitos del Amazonas que se meten por tu uretra si se te escapa el pis (si no os lo creéis buscad en frikipedia); el cloro es el hermano de los ojos rojos, la desinfección hasta la náusea, el pelo transformado en espigas de trigo, tu habitación intoxicada por el vaho químico... Por eso nadar sin cloro representa un gran alivio para la salud. De repente bailar en el agua deja de implicar una larga lista de problemas clorhídricos.

Cocodrilos sigilosos originarios de Barcelona y Montevideo

A propósito del pez semi-psicópata que he mencionado: sí, hay cosas peores que el cloro, una de ellas se llama Candirú, o pez vampiro -según la jerga urbana del pánico-, o Vandellia Cirrhosa -según los científicos chiflados que lo han estudiado-, que por cierto con este nombre a mi ya se me ponen los pelos de punta; una vez este bicho entra en tu cuerpo abre las patas y se agarra allí donde puede, para alimentarse y seguir viviendo como un marajá, y a ver quién se las ingenia para desalojarlo -a veces incluso requiere amputar ciertos órganos-. No os podéis imaginar la locura que supone bañarse con tanta presión. Seguro que allí no necesitan hacer esa broma a lxs niñxs de "si haces pis en el agua aparecerá una mancha roja gigante a tu alrededor y todxs sabremos que has sido tú"... Te comentan una vez que tu orina atrae peces parásito y se te quitan las ganas en seco para siempre. Menos mal que ni a ninguna compañera de viaje ni a mi nos tocó escenificar semejante show.

Una vez considerado este apunte, tan trascendental como desagradable, retomo el hilo del bailar en el agua, que en realidad pretendía ser algo bonito y sin tantos incidentes (bienvenidas a la vida fuera del deporte de élite).

Toda tu energía puede concentrarse en bailar y no en estar pendiente de si tocas el suelo, o no; de si la coreo dura tres minutos y medio sin parar hasta que no te llegue la sangre a la cabeza, o puede durar lo que tus pulmones y corazón decidan; de si llevas tal bañador, o cual maquillaje; de si tienes que seguir el ritmo frenético de la música o vas al compás de melodías muy diferentes...


Súper plano del crack Panxa Fabregas con quién sabe qué animales al acecho

Y ya para poner el colofón definitivo, lo mejor es que a lo largo del viaje he ido reclutando compañerxs de baile acuático con mucho nivel:

Practicando el nuevo dúo olímpico con Max en medio del Río Amazonas












Alguien que se ha formado "entre mil brujas" -como decían siempre Alba y Óscar, nuestro preparador físico, para elogiar el título de este blog-, no puede vivir sin ellas demasiado tiempo. Así que en estos seis meses me las ingenié para llevar la sincro siempre en la mochila, sacarla como el flautista de Hamelin e hipnotizar a mochileros y mochileras en los parajes más diversos. Al final ellxs también protagonizaron momentos sincronizadamente estelares desde el otro lado del charco.

Improvisación desde tu hamaca. Sombras frente al mar. Estrellas blancas en el río negro
Max, Dolça, Panxa, Virna, Graciana, Núria i Roger, amor incondicional para todxs

miércoles, 24 de agosto de 2016

El backstage de una competición

Para los que solo tenéis ocasión de ver la sincro por la tele, os voy a enseñar los momentos estelares antes de una competición. Como enviada especial a los Juegos olímpicos, aproveché para sacar fotos de los últimos entrenamientos, donde todo el mundo empieza a sufrir su ataque de nervios particular pero disimula para no sembrar el pánico. Hacía muchos años que no vivía esta escena a vista de pájaro, en vez de desde dentro.





En casa tenemos la suerte de entrenar con toda la piscina para nosotras, pero durante las competiciones hay que compartirla, creando las mundialmente conocidas ramblas acuáticas. Durante los días antes de competir se organizan entrenos con música donde cada equipo tiene unos minutos concretos para probar sus coreografías. La imagen de la piscina en un entreno de Juegos Olímpicos no es muy estresante, pues solo participan ocho equipos, pero en un Mundial donde hay más de veinte... Se acaba formando un verdadero campo de batalla.

Equipos en el parque acuático Maria Lenk

Cada loca con su tema

A veces dos equipos chocan entre sí, o incluso la saltadora tiene que tirarse de lado como una rana para no interceptar a alguien durante la acrobacia. Mientras un país nada, los otros practican su entrada en la tarima o prueban trozos de la coreografia en un rincon. Se considera una gran falta de respeto molestar al equipo que está utilizando la música en ese momento. Así que debemos tener los ojos bien abiertos para controlar la ubicación en la piscina, mientras suena la música sin parar a mil decibelios, junto con los gritos de las entrenadoras que van indicando, en todos los idiomas, los fallos de las nadadoras y cómo corregirlos.

La comunicación en la piscina,
 Mayu es una de las entrenadoras más expresivas

Otras veces, a parte de chocar entre nosotras, nos emocionamos tanto avanzando por la piscina que acabamos encima de las corcheras, rebasando los 30 metros que no debemos superar.

El equipo de Japón acorralado en la esquina para no molestar

Y a todo esto hay que sumarle las señales metálicas que nos hacemos por debajo del agua, para llevar el ritmo cuando no suena nuestra música. Los amigos de natación y waterpolo, con quienes compartimos instalaciones desde tiempos inmemoriales, estan entusiasmados con ese palo metálico que la entrenadora sujeta al borde del agua mientras lo golpea con una varita/palo/cuchara/llaves de casa (alias "el picata"), para indicarnos los tiempos. Juntar todos los picatas de todos los países en una misma piscina acaba originando la Orquesta Sinfónica del Taladro.

En la mayoría de competiciones cada equipo tiene entre dos y cuatro reservas, pero en las Olimpiadas solo pueden traer una. Según la estrategia de la entrenadora las reservas desempeñan diferentes funciones.

Reserva picadora

En las competiciones las entrenadoras no pueden ponerse a picar con dos palos como si estuviesen locas, así que esa misión recae sobre la suplente. Ella se encarga de traer dos varitas/palos/cucharas/llaves a la piscina y marcar el ritmo por debajo del agua cuando no tenemos la musica como referencia. En realidad en los entrenos con música está prohibido "picar", pero todo el mundo lo hace. Y todo el mundo sabe que todo el mundo lo hace. Aun y así, por encima de esa rebeldía personal, procuramos picar solo durante las pausas entre temas musicales, para respetar al equipo que está nadando.

Nadadora china marcando los tiempos

Hay que tener mucha concentración para saber exactamente cual es el picata de tu compañera y suele pasar que de repente cada una siga un ritmo diferente y la cosa se desmadre.

Algun problemilla de sincro

Reserva aplicada

En algunos paises la suplente hace todos los entrenos con el equipo, a unos metros de distancia. Por lo que pueda pasar. Nunca se sabe si alguna titular va a caerse por un agujero a última hora y necesitará que alguien la sustituya.

Si nos fijamos solo en lo que hace la suplente hay momentos en los que no entenderemos nada
pues los efectos visuales (cadencias, movimientos en parejas) solo se consiguen en grupo

Reserva paparazzi

En otros casos es la encargada de grabarlo todo desde fuera, para luego poder analizar los errores con más precisión.

Cada vez grabamos más con I-pads que con cámara
 para poder ver los vídeos con más nitidez

Los sentidos de la paparazzi también deben estar en alerta para no ser lanzada al agua por un espaviento de las que practican el "paseillo", es decir, la colocación antes de saltar al agua. Las eternas esperas para que suene la música del equipo convierten la tarima en un espacio de nervios mezclado con parada del autobús. Sabéis que las siguientes sois vosotras pero vuestra música nunca llega. Algunas necesitan sentarse, mientras que las más hiperactivas se mueven sin parar intentando que los músculos se mantengan calientes.

Italia y Australia en la parada del bus

viernes, 19 de agosto de 2016

Crónicas de guerra

A veces se me olvida que estoy trabajando en unos Juegos Olímpicos y me pienso que soy corresponsal de guerra. Se ve que en estas instalaciones tienes que estar con los ojos más abiertos que un dibujo de manga y mirando en todas las direcciones, por si acaso tropiezas o caes al vacío por un abismo. Hoy he vuelto al lugar del crimen para sopesar la gravedad de la cuestión.


Alcantarilla de la muerte

Después de esta imagen no hacen falta muchas palabras. (Fotos sangrientas en la entrada anterior). Pasé justo por encima de la alcantarilla pero, en vez de encontrarme con la tapa de hierro, desaparecí por un agujero negro y me quedé más o menos como en la imagen anterior pero con cara de "porqué de repente el suelo está a la altura de mis ojos?". Tuve suerte de que me indicaran el servicio médico con un dedo y una vez allí me dieran una elaborada y compulsada receta médica:

Medicamento para comprar en la farmacia

Cuando llegué a la redacción empecé a notar que la gente estaba un poco preocupada y me convencieron de que lo mejor era ir inmediatamente a ponerme la vacuna anti-tetánica. Obviamente era mucho pedir que me dieran la inyección en el IBS (el Centro de Transmisión Internacional donde crean contenidos los medios de comunicación de cada país). Así pues tuve que irme hasta el Centro de Salud de la otra punta del barrio para salvarme de morir oxidada por dentro. Con el aspecto de mi pierna nadie se atrevió a cuestionar nada y en dos minutos tenia la aguja clavada en el brazo. Las enfermeras eran un amor de mucho cuidado, me trataron como si fuera su hija.


Foto de familia en el Centro de Salud

A partir de esta experiencia voy por las instalaciones mucho más concentrada que cuando comento sincro. Nunca se sabe. Y a cambio ellos han puesto una serie de conos encima de los agujeros, para avisar. Seguridad brasileña. Un pequeño ejemplo de lo que significa explotar un país para unos Juegos Olímpicos que ya tiene suficiente con solucionar problemas propios como la escandalosa desigualdad de clases, el desempleo o la inflación. En una ciudad donde más del 14% de la población vive en favelas porque no se puede permitir un alojamiento. Donde se han construido instalaciones y viviendas sin medida, intentando maquillar una realidad que seguirá presente después de la cita olímpica.

Entrada de prensa en el Parque Acuático Maria Lenk

martes, 16 de agosto de 2016

Retransmitir viene con complementos

Esto podría ser un resumen de las mañanas en el parque acuático de Maria Lenk:

Llego a la pisicina. Subo a las gradas descifrando mil laberintos de pasillos y escaleras. Por un momento me pienso que estoy en Hogwarts. Llego a la zona de prensa, busco la posición que nos han asignado para comentar. Dejo mis papeles y chuletas encima de la mesa. El espacio es milimétrico así que tengo que hacer un esfuerzo muy grande de organización. La competición está a punto de comenzar. Llega Julia cargada de fotocopias, con datos importantes, que acaban de imprimir en el piso de abajo. Salta a la vista que los de la organización viven al límite. Hace bastante calor. Colocamos las pantallas. Probamos el sonido con el IBC.



Estamos en directo. Llega un chico con botellas de agua. Me acerco al micro como si no hubiera mañana. Siento que tengo el comentarista de la RAI enganchado a mi oreja derecha. El cerebro asume una concentración superlativa para el análisis. Me doy cuenta de que nunca en mi vida he estado tan concentrada viendo una competición de sincro, ni de ningún deporte. Oigo voces por los auriculares mientras estoy explicando algo por el micro. Empiezo a preocuparme por mi salud mental. La pantalla está llena de números y datos. Tengo todos los papeles del revés. Acaba la retransmisión y me dicen por el pinganillo que para la próxima me acerque más al micro. Me pregunto como me las ingeniaré mañana.




Salgo del recinto cantando todas las canciones que se me han pegado de las coreografías. Me cruzo con dos mil personas del mundillo. Las saludo a todas. Vuelvo a intentar salir del recinto. Me cruzo a mil más. Por fin consigo salir. Voy liada, estoy mirando carteles e indicaciones, intentando orientarme para ir a comer. Meto el pié en un agujero y casi me rompo la pierna. Siento que he atravesado la tierra con la izquierda y veo que estoy metida en una cloaca hasta la cadera. La derecha sigue fuera, en una posición digna de ser comentada por TVE. Salgo como puedo recogiendo lo que me queda de dignidad. Bravo por las instalaciones. Una chica se acerca y me indica donde está la infermeria. Me dice riendo que a nosequién le acaba de pasar lo mismo que a mí. Le respondo con una mirada furtiva que dice: gracias por reaccionar y poner un cartel a tiempo. El infermero pone cara de espanto y terror. Me envuelve con mil gasas. Salgo entre la multitud y desaparezco por la Villa Olímpica.




Excepto la parte final, que ha sido una exhibición puntual de mis habilidades acrobáticas (ya estaba tardando en meterme en algún berenjenal), el resto es nuestro pan de cada día. No sé en otras modalidades deportivas, pero así son las retransmisiones de sincronizada en Río 2016.

Es una pena que durante los JJOO haya tan poco soporte de canales públicos para ver todos los deportes, cuando la mayoría compiten simultáneamente. Hoy, durante el dúo técnico, una de las voces nos ha avisado de que "cortamos; la última parte saldrá por diferido". Supongo que cada uno vive en su propia burbuja y si para mí es un escándalo que corten la sincronizada para alguien lo será que corten las pruebas de equitación. Con más canales se podrían cubrir muchas más disciplinas y nos ahorraríamos bastantes problemas.

sábado, 13 de agosto de 2016

Noticias desde El Lago Ness

Hoy he conocido el otro lado de los Juegos. El que sucede detrás de las pantallas, los cables y las emisoras. El que gestiona millones de datos, imágenes y declaraciones. Es el trabajo en el que nadie repara, pero que todo el mundo disfruta una vez cada cuatro años. Se desarrolla en el Centro Internacional de Transmisión, una espécie de Mordor que agrupa periodistas y medios de comunicación de todo el mundo.

Cuando me han puesto la acreditación en el cuello he empezado a darme cuenta de la magnitud del asunto. No podía empezar mi primer trabajo redactando en la revista de mi pueblo, tenía que ser retransmitiendo unos Juegos Olímpicos.

Mañana empezamos con el dúo libre y si esto que veis a continuación no es el Lago Ness, (como nos ha advertido entre pasillos Dani Ballart), es porque todavía no han encontrado al monstruo.

Parque Acuático Maria Lenk
El agua de la piscina de sincro, donde hasta hoy se jugaba a waterpolo, tiene muy buena pinta comparada con la de saltos, pero está tan turbia que impide a las nadadoras ver bién por debajo del agua. Esta tarde han suspendido los entrenamientos con música para repasar la competición, porque parece que se ha roto un filtro de la piscina. No es muy normal nadar en unas Olimpiadas sin poder ver nítidamente a tu/s compañera/s, así que la organización se ha puesto manos a la obra para solucionarlo.

La buena notícia es que con la de peripecias que hemos pasado a lo largo de nuestra carrera deportiva, Ona y Gemma están preparadísimas para cualquier imprevisto, y mañana nos van a dejar con la boca abierta al compás del Concierto de Aranjuéz. 

miércoles, 20 de julio de 2016

Retransmitiendo los JJOO

Solo cuando tu vida toma un giro inesperado empiezas a empaparte de la verdadera espontaneidad.

Hoy finalmente he firmado el contrato para narrar los Juegos Olímpicos con Televisión Española. Voy a colaborar con Julia Luna durante los cinco días de competición de sincro. Así que en vez de entrar a la piscina de Río en bañador voy a entrar con el micro y la carpeta.

Volviendo unos meses atrás...

Debo decir que desde el momento en que no conseguimos la clasificación olímpica, mi previsión para Río 2016 era alojarme en el pueblo más aislado posible, sin internet, ni notícias, ni aparatos electrónicos, y esperar a que pasara la tormenta. Además coincidiría con el viaje-post sincro que venia tramando tiempo atrás; lo tenía todo pensado. Pero como siempre, la vida da más vueltas que una figura de giros (rescato un vídeo antiguo de nuestra modelo Txell, en la entrada Remando sin remos) y a veces uno de esos giros te lleva a cambiar completamente tu perspectiva inicial.





Cuando surgió esta oportunidad, tuve el mítico debate Ángel vs. Demonio (un terrible diálogo interno que todos sufrimos en algun momento de nuestra vida), hasta que definitivamente entendí que era otra forma de implicarme en los Juegos, y que incluso me ayudaría a "reconciliarme" con ellos.





La responsable real de todo esto es Andrea. Hasta la fecha, ella era la encargada de colaborar con TVE para las olimpiadas 2016, pero unos meses atrás se dio cuenta de que iba por un camino incompatible con el Zica. El caso es que pronto tendremos un/a nuevo/a incorporación en la familia Cano Fuentes! Y, a parte de tener que lidiar con la felicidad extrema que todo esto supone, tuvo que re-enfocar su vida a corto plazo; así que me pasó el relevo. Algo os estaba comentando sobre las vueltas que da la vida...

Así pues, cualquier idea que quedase en mi cabeza de no vivir ni un minuto de los Juegos, se ha visto eclipsada por la oportunidad de experimentarlos y comentarlos desde fuera. Las expectativas están altas, intentaré estar a la altura de semejante crack dentro y fuera del agua.

Hasta entonces estaré viajando y descubriendo paraísos escondidos del planeta, que me están llamando hace tiempo, gritando a pleno pulmón.






miércoles, 1 de junio de 2016

Cuando tu ADN tiene branquias

El otro día me tiré a la piscina por primera vez después de dos meses. Que yo recuerde son las "vacaciones sin cloro" más largas que he tenido, desde que empecé a nadar en plan serio. Supongo que tardé en recuperar las ganas de nadar porque mi cuerpo necesitaba romper con la rutina, mis pulmones respirar oxígeno en vez de cloro y mi cerebro descubrir otras posibilidades del medio terrestre. Así que una vez superada esta fase, reconocí mi condición de pez-que-no-puede-vivir-sin-agua, y me fui directa a "entrenar". Las comillas significan que el entreno fue tan en serio como un capítulo de Verano Azul.

El colectivo de nadadoras retiradas estaréis de acuerdo conmigo en que el primer contacto con el medio después de dejar la competición suele ser bastante escandaloso...

Para empezar, solo entrar en la piscina el olor a cloro casi me perfora el conducto nasal. Si hiciera una lista de las cosas que echo de menos de entrenar y las que no, el ácido clorhídrico estaría radicalmente marcado y subrayado en la lista del no: la piel reseca y con olor crónico a lejía, los ojos enrojecidos, los bañadores desteñidos, el pelo a punto de parecer un saco de paja... Y recordando todos estos efectos secundarios, que por fin habían salido de mi vida, fui acercándome al bordillo.

Pensé en tirarme al agua haciendo alguna estupidez, como solíamos hacer con el equipo al principio de los entrenos, pero lo mismo el socorrista se lanzaba detrás mío pensando que me había dado un brote psicótico. Así que me contuve y me tiré de cabeza. En ese momento me invadió la nostalgia, pensé en lo bonito que es pertenecer a un proyecto de grupo y me di cuenta de que esto es el primer punto en mi lista de lo que echo de menos.




Cuando entré en el agua, una parte de mi temía morir ahogada, después de tantos días sin sentir el medio ingrávido; pero en dos segundos recuperé mi ADN de pez y volví a sentirme como en casa. Pensé que esto debe funcionar como el ir en bici, que aunque dejes de hacerlo durante mucho tiempo tu cuerpo es incapaz de olvidarlo. 


El submundo acuático 


Entre brazadas y figuras, acabé perdiendo la noción del tiempo y mientras nadaba me entretuve pensando en cosas peculiares de los deportes de agua. Particularmente en dos:

  • La primera es la posibilidad de bucear. Me juro una aceituna a que no existe una situación parecida en el mundo terrestre. Ni por asomo. Las ondas acuáticas atenúan los ruidos y tu pulso baja en picado cuando buceas, como si el corazón quisiera guardar silencio para no romper ese momento de paz. Entras en una espécie de estado zen flotante. Incluso cuando hacíamos series de 50 metros en apnea sin parar aprendimos a disfrutar de esa tranquilidad.

  • La segunda es que en situaciones de apuro el agua te sirve de escondite. Esto no pasa en la vida normal. Cuando se te está a punto de escapar la risa en un momento comprometido, no tienes la opción de hundirte bajo tierra y desahogarte, sino que te ves obligado a reprimir tus impulsos y mantener la compostura. Así es, en el agua puedes ahogarte, pero también  y mucho más importante, desahogarte. Y una vez le pillas el truco, se convierte en un gran espacio de comunicación. Bajo el agua hemos reído, llorado, gritado, bailado los videoclips más cutres de la historia, nos hemos contado que tal el fin de semana, hemos aprendido a darnos directrices y avisarnos durante las coreografías cuando acechaban los imprevistos.

"Sigue nadando, sigue nadando, nadando, nadando..."

Me fui a casa pensando en todas estas cosas que ya no viviría tan a menudo, pero sintiendo que me esperan otras tantas en la dimensión terrestre. La vida cambia y nosotras con ella; es imprescindible evolucionar.

El próximo día os cuento más peripecias con Olympias, el grupo de exhibición que estamos montando para vivir la sincro de otra manera; con una trupe de cuidado: Andrea y Tina Fuentes, Paula Klamburg, Marga Crespí y aquí la escritora.