viernes, 17 de abril de 2015

Cuando te tiran las pinzas

Una de las cosas más frikis y características de la sincro son las pinzas de la nariz. Entre las típicas preguntas que la gente nos hace cuando se enteran de que hacemos lo del “baile acuático” nunca falla la de: - ¿y las pinzas esas que os ponéis no os hacen daño? 

Doy por superada la etapa donde la gente nos imaginaba
con pinzas de tender la ropa

Comparado con el daño que nos haría esnifar 5 litros de agua con cloro por segundo mientras bailamos por la piscina (y encima luego teniendo que salir sonriendo), la presión de las pinzas sobre nuestra nariz es más bien una caricia. De hecho, cuando empiezas a nadar existe una especie de síndrome de “pinzitis” que se manifiesta como una adicción total a llevar las pinzas puestas sin parar. Me acuerdo que cuando éramos alevines (con Paula, Ona, Irene) nuestra entrenadora nos obligaba a quitárnoslas mientras no estábamos boca abajo porque a alguna se le había ido de las manos y se las ponía hasta para ir a la playa…

Tipos de pinzas que vas probando hasta encontrar las tuyas
(las últimas son las que más utilizamos)
Durante los primeros años de sincro, en los que ya tienes bastante con aprender a coordinar tus movimientos en el agua, las pinzas van atadas con un hilo al bañador para no perderlas. Y las madres, que están en todo, suelen comprarlo transparente (del de pescar) para no hacer más estrafalario el tema (de lo que ya es).

Entonces llega un día en el que empiezan las competiciones y claro, tienes que cortar ese hilo y aprender a vivir sin él. Al principio lo imaginas como algo terrorífico, igual que cuando te quitan las ruedecillas de la bici, porque sabes que en algún momento u otro vas a pillar. Y efectivamente, a partir de ese momento te das cuenta de que la acción ha empezado de verdad.

Como más juntas nadamos más puntuación recibimos,
pero más aumenta la probabilidad de colisión 

Siempre explicamos que la sincro se ve muy bonita desde fuera pero por dentro es una guerra de corrientes, golpes y patadas. Por supuesto la cara no está exenta de recibirlas y como alguien te saque las pinzas desafortunadamente con una mano, codo o pie ya puedes empezar a ingeniártelas para solucionar el drama. El caso es que como acto reflejo, cuando estás boca abajo sin nada tapando tu nariz, empiezas a expulsar aire para que no entre agua. Pero claro, si el nivel de ahogamiento es alto, como suele pasar, o le pones freno o estás perdida. Así pues considerando que en cualquier momento puedes encontrarte ante la pesadilla siguiente:

  1.  Estás en medio de una coreografía
  2. Alguien ha tirado tus pinzas
  3.  Tienes dos segundos para recuperarlas sin que se note
  4. Como te equivoques te cortan la cabeza
  5. No hay ningún hilo que las ate a tu bañador
  6. Va a ser un milagro que las encuentres flotando (porque la parte de metal las lleva al fondo marino)

Eres consecuente y decides llevar siempre unas de recambio (dos o tres para las más neuróticas) en algún lado del bañador o entre los dedos, para poder cambiarlas a la velocidad de la luz en casos de emergencia.


La gracia es que no se vean mucho así que si te fijas bien las encontrarás

Si alguno de vosotros no podía dormir por las noches porque le pareció ver unos bultos raros en los bañadores de un equipo de sincro y estaba pensando en una posible invasión alienígena subcutánea... Hoy por fin podrá descansar. Son las pinzas de recambio, alias "alternativa a morir ahogadas".

Por lo general todas las nadadoras de sincro hemos vivido alguna vez la típica experiencia desagradable con las pinzas, algunas en el entreno, otras en plena competición, unas más fáciles de arreglar que otras. Siempre salen histórias. Una vez Clarita tenía que hacer un salto con las piernas tan agrupadas que las acabó agrupando encima de su nariz... Partiendo las pinzas por la mitad. A Cecil le salieron disparadas en la primera figura del equipo (ojo, en un mundial junior y con tres minutos de rutina por delante) y, según su experiencia, tal y como le empezó a entrar agua por la nariz "empecé a ver borroso y oír la música distorsionada" con lo que optó por poner los "labios de cerdito" (palabras textuales) y seguir. Esto del cerdito se refiere a una curiosa técnica que solo algunas son capaces de poner en práctica: subir el labio superior hasta la nariz para crear un tapón casero. Inciso, sé que algunos de vosotros lo estáis probando ahora mismo. Yo no se hacerlo ni de broma, aunque quizás cuando te encuentras en ese momento te sale una energía insospechable para lograrlo. Y por cierto, recordando más batallitas, Txell conserva un precioso tatuaje por la colisión que tuvo hace años con unas pinzas rotas de Sara Levy.

Así es como en los casos más extremos, donde tienes que poner a prueba tus habilidades espontáneas, te das cuenta de tu gran capacidad resolutiva.

Momento pinzas, justo antes de salir a competir.
Paula Klamburg guía espiritual del grupo conduce a Ona por si se le ha olvidado hacia donde tiene que ir.

El próximo día os presento a la única persona que conozco en todo el mundo que nunca viviría situaciones como ésta porque es capaz hacer sincro sin pinzas de la nariz… (y sin hacer cosas raras con los labios)

viernes, 3 de abril de 2015

El nido del cuco

Como comprenderéis, más de 10 horas de entreno al día serían totalmente imposibles sin un descanso intermedio, y este descanso intermedio no tendría sentido sin una buena siesta.

Para las que son de fuera y viven en el CAR las condiciones de una siesta decente han estado siempre garantizadas: cama, sábanas, ventanas con persiana, silencio... Pero para las que no tenemos habitación la cosa se complica.

Hace años (en generaciones antiguas) el momento siesta de las externas consistía en buscar el rincón con más sombra del césped, asaltar el gimnasio de artística para estirarte en la primera colchoneta que pillaras o directamente tumbarte con los brazos cruzados encima de la mesa de la cafetería cual indigente.

La foto peor tomada de la historia que ilustra una realidad:
siesta en el césped con fantástica mochila reposapies

Así pues, para poner fin a esta trágica situación, decidimos pasar a mejor vida y solicitamos un espacio para poder descansar entre el entreno de la mañana (de 8 a 14h) y el de la tarde (de 16 a 20h). 

Al principio nos dieron una habitación de cuatro, con el pequeño inconveniente de que éramos seis. Irene, la más práctica, se desentendió del tema y acabó siendo adoptada en la suite nupcial de Thaïs, mientras las otras: Andrea, Ona, Paula, Cris y yo nos pasábamos el día haciendo una remasterización del “juego de las sillas” a camas. Porque, entre tú y yo, aunque siempre hemos sido muy respetuosas entre nosotras, la hora de la siesta es sagrada y el tema acabó siendo una locura de “marica el último”. Y la que se quedaba fuera... ¡A buscarse la vida! Además cada dos días nos cambiaban el número de habitación, según la distribución de las diversas concentraciones deportivas en el centro, cosa que si olvidabas te podía llevar a una situación bastante incómoda y surrealista entrando en un cuarto lleno de chicos musculosos hablando en  alemán cuando en realidad tu esperabas encontrar a tus compañeras durmiendo en la cama…

Total, que con tanto lío en vez de descansar nos cansábamos todavía más y finalmente el CAR habilitó un despacho con algunos colchones y mantas en el suelo para que las niñas de sincro pudiesen hacer la siesta de una vez. Automáticamente ese espacio fue bautizado como El nido del cuco, sea en honor a la película de Jack Nicholson (si la habéis visto igual atáis cabos en relación a nuestra salud mental), sea por nuestra pinta de pajarillos enjaulados, o por la ironía de varios trabajadores del CAR que en realidad nos quieren un montón.

Un guiño a Ramon: promotor del nombre de la sala e inventor de este súper llavero!

Actualmente, como somos unas cuantas más, El nido del cuco ha sido trasladado a un espacio mucho más grande donde dormimos rollo patera. Pero, aun y así, la esencia del lugar sigue siendo la misma. Además de dormir solemos comentar la jugada, nos acordamos de aquello y de lo otro y siempre hay el típico momento de complicidad cuando sabes que la de al lado está despierta y a una le da tal espasmo que tira los cojines por el suelo o se pone a soñar en voz alta… Nos miramos con la típica risa disimulada para no hacer ruido, pensando que en unos minutos cuando nos sumerjamos en la merecida siesta nosotras estaremos igual.


Momento donde algunas se encuentran en la fase REM mientras las otras la iniciarán en pocos minutos