martes, 26 de mayo de 2015

Lo que no podemos controlar

Nuestro psicólogo siempre nos dice que la única diferencia entre el entrenamiento y la competición es el nombre. Es cierto que los deportistas practicamos cada día para cuando llegue el día D a la hora H poder hacer la mejor demostración de nuestras habilidades. Pero es absurdo intentar demostrar algo en competición que nunca hiciste antes en un entreno, y si lo consigues es que tienes mucha suerte o que las monedas que tiraste en Fontana di Trevi dieron resultado…

Sin embargo, del entreno a la competición también hay factores que no podemos controlar. Por ejemplo el entorno y sus condiciones.


Cubitos de hielo en la piscina

El agradable momento de "al agua patos"
patrocinado por temblores y risa floja
La fase número uno de reconocimiento cuando llegamos a la piscina de competición es comprobar la temperatura del agua. Según nuestro criterio existen diversas opciones térmicas:
a) el agua está normal tirando a fría
b) el agua está muy fría
c) el agua está congelada
d) o la opción melodramática: “vamos a tener que hacer patinaje artístico en vez de sincro”.

Así pues, normalmente, mientras dejamos las mochilas en algún lugar estratégico de la piscina, hay una de nosotras que se acerca al bordillo y mete un poco el pie a modo de termómetro. Todas las demás la miramos esperando nerviosas el veredicto… y efectivamente en la mayoría de los casos suele ser desfavorable, es decir: cara de pánico y “vamos a morir como Jack sobre la tabla de madera de Titanic”. Dudo mucho que llegue un día en el que la encontremos caliente, a no ser que se estropee la caldera o algo así.

Reconozco que solemos ser un poco histéricas con el tema temperatura y si compartimos piscina con nadadores/as o waterpolistas montamos unos shows de cuidado. Todos los entrenadores están hartos de nosotras, desde aquí un saludo a Fred Vergnoux -entrenador de Mireia Belmonte- que nos tuvo que aguantar muchos días en Sierra Nevada... El tema es que nosotras nos pasamos muchas horas seguidas en el agua y, a diferencia de otras disciplinas, llevamos nuestros músculos al límite en lapsos muy cortos de tiempo (una coreografía dura 4 minutos y un partido una hora) e inmediatamente paramos en seco durante un buen rato para recibir las correcciones. Así que nuestro músculo tiene que reiniciarse de 0 a 100 bastantes veces durante el entreno y por eso necesitamos una temperatura que nos lo facilite. Para ir bien sería entre 28°C y 29°C, cosa que tanto nadadores/as como waterpolistas consideran un caldo, mientras nosotras a 27°C “tenemos más frío que robando pingüinos” (frase prestada de la Biblia de expresiones de los gimnastas del CAR).


Escuadra y cartabón

La preparación de un salto
Una vez reconocidas las condiciones ambientales nos empezamos a familiarizar con las proporciones de la piscina, que seguro serán diferentes a las que estamos acostumbradas.

Principalmente nos fijamos en dos ítems: por un lado, en la profundidad para preparar las acrobacias ya que a veces nos colocamos unas sobre otras para propulsarnos mutuamente y si no calculamos bien podríamos llegar a tocar el suelo (cosa rotundamente penalizada con dos puntos sobre la nota global). Y por el otro observamos la longitud de la superficie para saber si tendremos que desplazarnos más o menos por la piscina.

En los primeros entrenos probamos todos los saltos y subidas que requieren medir la distancia con el suelo, es decir, las que empujan desde abajo reaprenden hasta dónde deben hundirse en esa piscina. Mecanizar estos movimientos requiere un trabajo de percepción espacial muy importante ya que cuando competimos no llevamos gafas y, como ya habréis comprobado en la piscina del camping, abrir los ojos debajo del agua es igual a: no veo tres en un burro.


Ejemplo de tarima excesiva
Otra de las variables a vigilar es la forma de la tarima por donde entramos caminando todas juntas al principio (cuidado no confundir con desfile del ejército) y su altura con respecto al agua. Algunas veces los de la organización se emocionan poniendo unas 300 escaleras para llegar a la plataforma de entrada y luego tienes que tirarte al agua en plan Superman en una prueba de saltos de trampolín…

Tengo que decir que es habitual pasar la mayor parte de los nervios encima de la tarima. Una vez saltas al agua existe una especie de magia inexplicable que expulsa tus inquietudes y todo empieza a fluir, como si pusieras play a la función que vas a representar.



No se oye la música

Comunicación por debajo del agua durante un entreno
Como sabréis o imaginareis, nunca ocho personas podrían bailar sincronizadas con la cabeza debajo del agua sin oír una misma música. Alguien se planteó esta misma incógnita hace muchos años e inventaron el fantástico altavoz subacuático, un aparato que se acopla a los bafles exteriores y nos permite seguir el ritmo de la rutina tanto dentro como fuera del agua. Pero por desgracia no todas las instalaciones pueden presumir de tener un buen equipo de música, y eso a nosotras nos hace “saltar de alegría”.

Imagínate por un momento que llevas un año entrenando tus coreografías en tu piscina (donde los altavoces suenan tan fuerte que pasas por la zona de natación y te encuentras a los entrenadores silbando la música de tu equipo). Llegas a la competición, saltas al agua, hundes la cabeza y de repente toda melodía parecida a la de tu coreografía es pura coincidencia… incluso diría más, de repente la música de tu coreografía se ha transformado en una especie de interferencias del inframundo. ¿Qué opciones hay de solucionar ese problema? Cuando la música se oye muy poco o medio distorsionada, la primera reacción es activar los oídos en alerta máxima para poder captar el ritmo como sea. Suena un poco ridículo pero a veces, cuando estamos boca abajo, hasta nos ponemos a contar moviendo los labios para que no se nos escape ningun número. Aún y así el ruido del agua, que nosotras mismas movemos con nuestro cuerpo, nos lo pone bastante difícil, por lo que directamente pasamos a hacernos señales mutuamente para marcar los tempos. Entonces una de nosotras se encarga de ir contando del 1 al 8 por debajo del agua o picar con las manos (de una forma bastante peculiar que podéis preguntar a cualquier nadadora de sincro del planeta) en los puntos clave para que nadie se pierda.



Ácido sulfúrico

Intentando controlar la posición con las demás
Y por último, llegamos a uno de los temas que más nos gustan… Que hay más reconfortante que abrir los ojos debajo del agua y sentir como si los estuvieses abriendo en una piscina de lejía? Es el clásico de las piscinas inundadas de cloro. A veces me pregunto como puede ser que algo tan nocivo y distorsionante no dé positivo en la prueba de doping... El primer día de competición todavía puedes tolerarlo (el colirio hace maravillas), pero cuando vas por el cuarto empiezas a tener un telo blanco en la mirada y a ver doble y triple por debajo del agua. Y la cuestión es que para controlar a tus compañeras y la secuencia de posiciones que marcais durante el ejercicio tienes que abrir los ojos como si no hubiera mañana. Por lo tanto no tienes escapatoria. Así pues, una vez más volvemos a disfrazarnos de super womans para poner en práctica nuestras habilidades ocultas. Y salimos tan sonrientes que nadie (excepto tú después de haber leído esta revelación) podria llegar a imaginarse el teatro que hacemos para disimular el dolor.



Ser capaz de adaptarse a todas estas circunstancias no es nada fácil, pero es fundamental para llegar a la competición con confianza y seguridad. Y por supuesto los equipos que lo consiguen son los que se desmarcan de los demás y pasan de ser mediocres a grandes deportistas.

viernes, 17 de abril de 2015

Cuando te tiran las pinzas

Una de las cosas más frikis y características de la sincro son las pinzas de la nariz. Entre las típicas preguntas que la gente nos hace cuando se enteran de que hacemos lo del “baile acuático” nunca falla la de: - ¿y las pinzas esas que os ponéis no os hacen daño? 

Doy por superada la etapa donde la gente nos imaginaba
con pinzas de tender la ropa

Comparado con el daño que nos haría esnifar 5 litros de agua con cloro por segundo mientras bailamos por la piscina (y encima luego teniendo que salir sonriendo), la presión de las pinzas sobre nuestra nariz es más bien una caricia. De hecho, cuando empiezas a nadar existe una especie de síndrome de “pinzitis” que se manifiesta como una adicción total a llevar las pinzas puestas sin parar. Me acuerdo que cuando éramos alevines (con Paula, Ona, Irene) nuestra entrenadora nos obligaba a quitárnoslas mientras no estábamos boca abajo porque a alguna se le había ido de las manos y se las ponía hasta para ir a la playa…

Tipos de pinzas que vas probando hasta encontrar las tuyas
(las últimas son las que más utilizamos)
Durante los primeros años de sincro, en los que ya tienes bastante con aprender a coordinar tus movimientos en el agua, las pinzas van atadas con un hilo al bañador para no perderlas. Y las madres, que están en todo, suelen comprarlo transparente (del de pescar) para no hacer más estrafalario el tema (de lo que ya es).

Entonces llega un día en el que empiezan las competiciones y claro, tienes que cortar ese hilo y aprender a vivir sin él. Al principio lo imaginas como algo terrorífico, igual que cuando te quitan las ruedecillas de la bici, porque sabes que en algún momento u otro vas a pillar. Y efectivamente, a partir de ese momento te das cuenta de que la acción ha empezado de verdad.

Como más juntas nadamos más puntuación recibimos,
pero más aumenta la probabilidad de colisión 

Siempre explicamos que la sincro se ve muy bonita desde fuera pero por dentro es una guerra de corrientes, golpes y patadas. Por supuesto la cara no está exenta de recibirlas y como alguien te saque las pinzas desafortunadamente con una mano, codo o pie ya puedes empezar a ingeniártelas para solucionar el drama. El caso es que como acto reflejo, cuando estás boca abajo sin nada tapando tu nariz, empiezas a expulsar aire para que no entre agua. Pero claro, si el nivel de ahogamiento es alto, como suele pasar, o le pones freno o estás perdida. Así pues considerando que en cualquier momento puedes encontrarte ante la pesadilla siguiente:

  1.  Estás en medio de una coreografía
  2. Alguien ha tirado tus pinzas
  3.  Tienes dos segundos para recuperarlas sin que se note
  4. Como te equivoques te cortan la cabeza
  5. No hay ningún hilo que las ate a tu bañador
  6. Va a ser un milagro que las encuentres flotando (porque la parte de metal las lleva al fondo marino)

Eres consecuente y decides llevar siempre unas de recambio (dos o tres para las más neuróticas) en algún lado del bañador o entre los dedos, para poder cambiarlas a la velocidad de la luz en casos de emergencia.


La gracia es que no se vean mucho así que si te fijas bien las encontrarás

Si alguno de vosotros no podía dormir por las noches porque le pareció ver unos bultos raros en los bañadores de un equipo de sincro y estaba pensando en una posible invasión alienígena subcutánea... Hoy por fin podrá descansar. Son las pinzas de recambio, alias "alternativa a morir ahogadas".

Por lo general todas las nadadoras de sincro hemos vivido alguna vez la típica experiencia desagradable con las pinzas, algunas en el entreno, otras en plena competición, unas más fáciles de arreglar que otras. Siempre salen histórias. Una vez Clarita tenía que hacer un salto con las piernas tan agrupadas que las acabó agrupando encima de su nariz... Partiendo las pinzas por la mitad. A Cecil le salieron disparadas en la primera figura del equipo (ojo, en un mundial junior y con tres minutos de rutina por delante) y, según su experiencia, tal y como le empezó a entrar agua por la nariz "empecé a ver borroso y oír la música distorsionada" con lo que optó por poner los "labios de cerdito" (palabras textuales) y seguir. Esto del cerdito se refiere a una curiosa técnica que solo algunas son capaces de poner en práctica: subir el labio superior hasta la nariz para crear un tapón casero. Inciso, sé que algunos de vosotros lo estáis probando ahora mismo. Yo no se hacerlo ni de broma, aunque quizás cuando te encuentras en ese momento te sale una energía insospechable para lograrlo. Y por cierto, recordando más batallitas, Txell conserva un precioso tatuaje por la colisión que tuvo hace años con unas pinzas rotas de Sara Levy.

Así es como en los casos más extremos, donde tienes que poner a prueba tus habilidades espontáneas, te das cuenta de tu gran capacidad resolutiva.

Momento pinzas, justo antes de salir a competir.
Paula Klamburg guía espiritual del grupo conduce a Ona por si se le ha olvidado hacia donde tiene que ir.

El próximo día os presento a la única persona que conozco en todo el mundo que nunca viviría situaciones como ésta porque es capaz hacer sincro sin pinzas de la nariz… (y sin hacer cosas raras con los labios)

viernes, 3 de abril de 2015

El nido del cuco

Como comprenderéis, más de 10 horas de entreno al día serían totalmente imposibles sin un descanso intermedio, y este descanso intermedio no tendría sentido sin una buena siesta.

Para las que son de fuera y viven en el CAR las condiciones de una siesta decente han estado siempre garantizadas: cama, sábanas, ventanas con persiana, silencio... Pero para las que no tenemos habitación la cosa se complica.

Hace años (en generaciones antiguas) el momento siesta de las externas consistía en buscar el rincón con más sombra del césped, asaltar el gimnasio de artística para estirarte en la primera colchoneta que pillaras o directamente tumbarte con los brazos cruzados encima de la mesa de la cafetería cual indigente.

La foto peor tomada de la historia que ilustra una realidad:
siesta en el césped con fantástica mochila reposapies

Así pues, para poner fin a esta trágica situación, decidimos pasar a mejor vida y solicitamos un espacio para poder descansar entre el entreno de la mañana (de 8 a 14h) y el de la tarde (de 16 a 20h). 

Al principio nos dieron una habitación de cuatro, con el pequeño inconveniente de que éramos seis. Irene, la más práctica, se desentendió del tema y acabó siendo adoptada en la suite nupcial de Thaïs, mientras las otras: Andrea, Ona, Paula, Cris y yo nos pasábamos el día haciendo una remasterización del “juego de las sillas” a camas. Porque, entre tú y yo, aunque siempre hemos sido muy respetuosas entre nosotras, la hora de la siesta es sagrada y el tema acabó siendo una locura de “marica el último”. Y la que se quedaba fuera... ¡A buscarse la vida! Además cada dos días nos cambiaban el número de habitación, según la distribución de las diversas concentraciones deportivas en el centro, cosa que si olvidabas te podía llevar a una situación bastante incómoda y surrealista entrando en un cuarto lleno de chicos musculosos hablando en  alemán cuando en realidad tu esperabas encontrar a tus compañeras durmiendo en la cama…

Total, que con tanto lío en vez de descansar nos cansábamos todavía más y finalmente el CAR habilitó un despacho con algunos colchones y mantas en el suelo para que las niñas de sincro pudiesen hacer la siesta de una vez. Automáticamente ese espacio fue bautizado como El nido del cuco, sea en honor a la película de Jack Nicholson (si la habéis visto igual atáis cabos en relación a nuestra salud mental), sea por nuestra pinta de pajarillos enjaulados, o por la ironía de varios trabajadores del CAR que en realidad nos quieren un montón.

Un guiño a Ramon: promotor del nombre de la sala e inventor de este súper llavero!

Actualmente, como somos unas cuantas más, El nido del cuco ha sido trasladado a un espacio mucho más grande donde dormimos rollo patera. Pero, aun y así, la esencia del lugar sigue siendo la misma. Además de dormir solemos comentar la jugada, nos acordamos de aquello y de lo otro y siempre hay el típico momento de complicidad cuando sabes que la de al lado está despierta y a una le da tal espasmo que tira los cojines por el suelo o se pone a soñar en voz alta… Nos miramos con la típica risa disimulada para no hacer ruido, pensando que en unos minutos cuando nos sumerjamos en la merecida siesta nosotras estaremos igual.


Momento donde algunas se encuentran en la fase REM mientras las otras la iniciarán en pocos minutos

sábado, 7 de marzo de 2015

¿Trabajadoras nosotras?

A las 8h en punto de la mañana nos encontramos en el gimnasio para repasar las coreografías o establecer qué queremos mejorar de ellas respecto el día anterior. Nos sentamos en un corro, siguiendo nuestra tradición de secta, y siempre hay alguna que recuerda las correcciones importantes mientras las otras, más atentas que si estuviesen concursando en el rosco de Pasapalabra, la ayudan por si se olvida de algo…

Gracias a los ojos de elfo de las entrenadoras (capaces de detectar 50 errores por segundo) y las grabaciones de vídeo desde fuera y dentro del agua (que analizamos con ellas milimétricamente), hacemos un ranking de errores que no podemos volver a repetir durante el ejercicio. Algunos de esos fallos son fáciles de mejorar, simplemente poniendo atención a lo que haces, pero a veces te das cuenta de que has mecanizado tanto un movimiento equivocado que cuesta muchísimo de rectificar. Y aquí es donde empieza la magia de la sincro… Te encuentras en un medio que al principio fue completamente hostil contigo, más adelante empezaste a dominarlo, y cuando por fin lo conseguiste llega la parte más difícil: aprender dominarte a ti misma.

Conciencia del espacio entre tu y tus compañeras

Es muy común que a los pocos años de entreno tu pienses que estás haciendo X movimiento pero en realidad lo que los otros ven desde fuera son todas las letras del abecedario excepto X. Por lo tanto, a base de trabajo, confiar en la visión de tus entrenadoras y asociar tus sensaciones a sus correcciones un día descubres que tú misma puedes detectar tus propios errores y empiezas a mejorar a velocidad exponencial.

Cuando llegas a ese punto, casi se te ocurre redactar una Biblia con los mil trucos que te has inventado para nadar según tus capacidades, que te ayudan a aprovechar la energía en la dirección correcta y ser cada vez más consciente de tus movimientos en el agua.

Colocar el cuerpo de una forma determinada,
acelerar el ritmo de la remada en un punto clave de la rutina,
girar la cadera para que no te duela esa lesión...

Aunque el resultado visual es 8 nadadoras haciendo exactamente lo mismo, dentro del grupo tenemos diferentes prioridades según nuestro recorrido como deportistas y experiencia, es decir, aunque todas debemos estar concentradas durante la rutina no tendrá que poner la misma atención la que justo aterriza en el equipo que la que lleva 10 años de titular. Sin embargo cada una de nosotras tiene algo muy especial de lo que no pueden presumir las demás y debemos explotarlo para complementarnos.

Trastornos de personalidad?

Algunos de estos roles son asignados por naturaleza y otros por obligación. Por ejemplo, volviendo a las 8 de la mañana en el gimnasio, las más jovencitas (que según se ha establecido desde la prehistoria se encargan de llevar el material a todas partes) tienen la función de conectar los altavoces para que todas repasemos la coreografía. Ellas desempeñan ese papel en ese momento y es importante que lo hagan para que el entreno funcione como el mecanismo de un reloj. De la misma manera otra será la responsable de indicar a las demás en qué lugar de la tarima hay que colocarse, otra deberá saltar todo lo que pueda cuando todas la empujen en la primera acrobacia del equipo, otra se ocupará de inventar un bañador ambientado con la música, otra pensará una combinación bonita para la sombra de ojos de la competición, otra se inventará una figura que nadie ha hecho antes en el mundo…

El papel de cada una en la preparación de una acrobacia

Y así es como de 8 a 20h y de lunes a sábado nos vamos turnando responsabilidades. Me gustaría saber cómo se pueden soportar tantas horas sin repartir la energía en diferentes roles como por ejemplo en un deporte individual. La verdad es que solo se me ocurre un espécimen capaz de aguantar 10 horas sin perder un segundo de energía y es el muñeco de Duracel. En un equipo cuando una decae la otra la anima y así al revés, viceversa y hasta el infinito y más allá. Nos conocemos tanto que nos leemos la mente y entramos en bucles de bromas surrealistas que solo nosotras podemos entender. Y cuando nos ponemos a trabajar nos decimos las cosas sin tapujos, dejando lo personal dentro de la mochila, entendiendo que todo lo que se pueda hacer para mejorar hay que ponerlo sobre la mesa.

Es imposible que en un día como hoy pueda sentirme más orgullosa de formar parte de este equipo de mujeres.

Plata en el mundial de Barcelona 2013

miércoles, 25 de febrero de 2015

Tú lo que estás viendo es un equipo de sincro

Las 16 pruebas infalibles

En nuestro medio natural somos inconfundibles. Nuestro preparador físico Oscar siempre nos recuerda una frase del Gran Wyoming que dice… “te pareces a las de natación sincronizada, que se pasan media hora debajo del agua y luego salen sonriendo como si estuvieran locas”. Pues sí, puede que en el agua parezca que estamos locas, pero fuera del agua todavía más. Cuando vamos en grupo a veces nos pensamos que continuamos en nuestro medio, y nos comportamos de formas un poco sospechosas… El otro día tratamos de enumerarlas con las del equipo.

Si alguna vez has percibido varias de estas señales en un grupo de chicas te aseguro que era un equipo de sincro.


  1. No podemos estar más de diez minutos sin recordar algo del entreno.

    Imprescindible la sincronización de pasos.
  2. Si estamos en época de pretemporada seguro que alguna está repasando el equipo haciendo cosas muy raras con los brazos y la cabeza.

    Lenguajes propios.

  3. Jamás nos sentamos normal en los medios de transporte.

    Me di cuenta de que esto no era normal cuando en un vuelo a Méjico
    viene el azafato y me dice en voz baja: las de tu equipo se sientan un poco raro, no?

  4. Nuestro tono y velocidad de vocalización es inversamente proporcional a la energía que tenemos durante un ejercicio.

    Así somos.

  5. Si nos encontramos en un habitáculo en el que la ventilación brilla por su ausencia notarás que desprendemos un característico aroma a “eau de clor”.

    Densidad clorhídrica +200.

  6. A menudo se nos olvida que ya no estamos dentro de la piscina y nos llamamos entre nosotras lanzándonos “agua” (que en realidad es aire) con las manos.

    Si no funcionan los avisos de aire, hay que pasar al plan B.

  7. Si empezamos a enumerar movimientos con las manos sin parar no es una embolia, sino que todavía estamos repasando el equipo (tenemos el récord universal de contar del 1 al 8 más veces que nadie).

    "Un, dos, tres, cua, cinc, sis, set, vuit..."

  8. Nos cuesta disimular la risa en momentos inoportunos, en el agua es más o menos fácil porque puedes hundirte y nadie te ve, pero fuera no tenemos escapatoria.

    Mirada de cocodrilo vs. Peces felices.

  9. En época de enteros (cuando hacemos todas las coreografías mil veces al día) somos la única mesa del comedor en la que nadie habla al mediodía, tipo secta. Máximo alguien pregunta con cara de pánico… ¿cuantos creéis que habrá esta tarde?

    Selfie de una de nosotras en el comedor.

  10. Nuestra marca de gafas en verano nos clasifica directamente como presuntas esquiadoras clandestinas. Hay que reconocer que nos molesta bastante que nos lo pregunten.

    - Vienes de la Molina?

  11. Puede ser que nos encuentres de camino a la piscina cinco minutos después de haber comido, y no dos horas como dice el típico mito de “hacer la digestión antes de tirarte al agua”. Nuestros estómagos han corroborado a prueba de bombas que ésta teoría es totalmente falsa.

    Inventos ingeniosos...

  12. Es imprescindible que vayamos donde vayamos demos nuestro toque personal al asunto.

    "Espagats Surf", una nueva modalidad de Paddle.

  13. Jamás nos verás tocando agua un domingo (a menos que sea para beber) y en verano tenemos alergia a las piscinas. Estamos pensando en fundar una religión que lo prohíba para formalizarlo.
    ¡Agua sin cloro, por favor!

  14. Si eres del equipo de mantenimiento y detectas que eres exageradamente bien recibido por un grupo de chicas, seguro que son de sincro. Más de una intentará sobornarte para que calientes el agua a 40 grados o pongas las corcheras de la piscina más puntual de la cuenta.

    Nuestra salvación a los entrenos eternos... Las corcheras.

  15. Cuando se nos cae algo al suelo es imposible que nos agachemos a recogerlo doblando las rodillas.

    La flexibilidad siempre acaba pasando factura.
  16. Si ves un grupo de personas adultas esperando con mucha paciencia en la puerta de algún club acuático sobre las 22h de la noche, seguramente no sean nadadoras de sincro, sino padres de nadadoras de sincro que no saben dónde se ha metido su hija.
    Efectos irreversibles del cloro.

domingo, 15 de febrero de 2015

Un electrodoméstico en la piscina

El otro día, Andrea (alias Andrew, Android, Andròmina) me recordaba que todavía no os he presentado al único electrodoméstico que “utilizamos” en la piscina: nuestro amigo eggbeater. Se trata de un movimiento de propulsión que hacemos con las piernas para aguantarnos sobre el agua. Traducido del inglés es literalmente “batidora de huevos” o batidora tal cual, pero nosotras somos muy internacionales y le llamamos eggbeat (egbit). Y digo nosotras porque aquí cada equipo lo pronuncia como le parece. Si existiera un diccionario de la Real Academia Sincronil en esta palabra aparecerían un montón de acepciones tales como: ebbi, eibi, egbi, erbi, esbi, ebit… Pero bueno, ahí cada cual es responsable de su nivel de inglés.

(Desde aquí una mención a nuestra querida "Mi arma" Sara Gijón, ya sabes porqué).

Debo decir que en el mundo del agua no somos las únicas que utilizamos tal electrodoméstico, también están los waterpolistas. Ellos y ellas lo llaman hacer la "bicicleta" pero, entre tu y yo, creo que el movimiento en cuestión se parece mucho más al que hacen las hélices de una batidora que al de las ruedas de una bici...





Pero antes de enzarzarnos en un debate infinito de nomenclaturas, vamos a analizar en qué consiste este movimiento de propulsión que nos permite aguantar nuestro cuerpo (de hombros para arriba) fuera del agua sin necesitar un motorcillo eléctrico debajo.

Para empezar hay un componente psicomotriz imprescindible, igual que cuando aprendes a hacer las remadas, tienes que ser casi tan coordinado como en el juego ese que con una mano das vueltas en la barriga mientras con el otro te das golpes en la cabeza...

Colocas tus piernas como si estuvieras “sentada” en una silla acuática imaginaria, más o menos en un ángulo de 90º y vas dando vueltas alternativamente y sin parar: pierna izquierda en el sentido de las agujas del reloj, derecha en el opuesto. Al principio te sientes como una especie de robocop descoordinado y lunático, pero cuando lo tienes acabas generando un remolino sobre el que puedes aguantarte. No hay que olvidar que los brazos existen y deben moverse “diciendo adiós” hacia abajo y sin separar los dedos (si no el agua se filtra entre ellos y no sirve para nada, excepto para saludar a criaturas marinas imaginarias).

Atención al detalle (por si algun dia quieres probarlo en la piscina de tu camping): parece una tontería pero tampoco hay que olvidarse de respirar, que con la tensión del momento a veces uno desordena sus prioridades y luego la gente nos viene quejándose de que se ahoga en el agua…

Una vez conseguido el nivel 1 aprendemos a movernos hacia delante, de lado, hacia atrás, en diagonal, dando vueltas y todas las combinaciones posibles hasta que ya le pillamos el truco definitivamente y podemos levantar los brazos y sacarlos fuera del agua.




Cuando queremos desplazarnos más rápido por la piscina intercalamos el movimiento de eggbeat con los llamados overs (del inglés por encima de...) que son patadas en dirección horizontal, respecto la superficie del agua.




Y si queremos sacar mucho cuerpo fuera del agua, nos impulsamos para arriba con un boost (del inglés levantar o alzar) haciendo una patada de braza en vertical. Como veis esto es lo que pasa cuando heredas los conocimientos y técnicas de tu deporte de los vecinos yankees!





Así pues combinando toda esta información, el resultado acaba siendo algo así:






Y una vez aprendido el movimiento de eggbeat podrás celebrar que nunca más vas a intentar salir de una piscina como este perro en el minuto 1:10.


domingo, 18 de enero de 2015

Dos carreras

A menudo la gente me pregunta si voy a dedicarme al periodismo deportivo. Es verdad que me he pasado más de media vida haciendo deporte, pero solo el mío, y eso no me convierte ni por asomo en experta en deportes. Y por supuesto no es lo mismo uno artístico que de velocidad, contacto, individual, de equipo, con pelota, patines, aparatos etc.

Esta pregunta suele ir acompañada del temible planteamiento de “y cuando lo dejes… qué”? (Muahahahaha, risa diabólica del preguntador, que sabe que se está metiendo en terreno pantanoso). Aun ahora cuando me encuentro ante esta reflexión mi cerebro empieza a sopesar opciones, ideas, locuras y por supuesto también dudas. Después de 16 años siguiendo unos horarios tan marcados y persiguiendo los mismos objetivos constantemente, es normal que sea complicado plantearse qué rumbo vas a seguir cuando salgas ahí fuera. Visto así parece que el paso siguiente a la retirada sea caer por un precipicio infinito sin ninguna estructura ni manual de instrucciones... Pero de momento todas las ex nadadoras que conozco han sobrevivido, y con bastante éxito.

El otro día hablábamos con Andrea Fuentes de su incorporación a la vida normal ¡hace ya dos años! Y llegamos a la conclusión de que cuando salimos del mundo acuático a veces la realidad nos supera, o somos tan exigentes y perfeccionistas que pretendemos ser campeonas olímpicas en todo lo que hacemos. Que es para darnos una palmadita en la espalda y “molta sort”… ¡Pero no lo podemos evitar! 

Aunque si en algo tenemos la medalla olímpica asegurada es haciendo el friki.
Villa olímpica, Londres 2012

Lo que sí tenemos claro es que mientras sigamos en el equipo debemos seguir cultivando nuestra mente con los estudios, ni que sea una asignatura, ni que sea entre entrenos o por la noche cuando llegamos a casa. Y no solo por si mañana te cae la compañera encima en una acrobacia y no puedes volver a entrenar (todo el mundo tocando madera immediatamente), o porque no podrás vivir eternamente de esto, sino porque es muy importante no dejar de tocar con los pies en el suelo e ir absorbiendo diferentes perspectivas y conocimientos. La ventaja es que al final nos habremos graduado en dos carreras: la académica y la deportiva.

¡Y son más compatibles de lo que parece! Por ejemplo, Ona y Paula gracias a los estudios de diseño nos ayudan a crear los bañadores para el equipo. Txell hace experimentos químicos relacionados con el cloro y quizas algun dia descubra la fórmula científica para que no sintamos como nos queman los ojos con ácido sulfúrico mientras nadamos (y encima hacemos ver que estamos felices). Alba con sus conocimientos sobre gestión deportiva lleva la batuta de la orquesta mientras Cecil aprende de marketing para convertirnos a todas en estrellas mediáticas y Clarita, estudiando psicología, intenta descubrir cual es la conexión neuronal que falla para que todas estemos tan mal de la cabeza... Sara es la asesora de moda, Cris la masajista profesional... Y así vamos tirando.

En mi caso (todavía sin saber a qué tipo de periodismo voy a dedicarme) mientras aprendo de todos los procesos, teorías, métodos y plataformas de comunicación, voy mezclando las dos carreras y en algunas asignaturas aprovecho para hacer trabajos relacionados con el gremio deportivo. Por ejemplo utilizando recursos que no tendría sin vivir lo que he vivido. Como el acceso al CAR, que me permite mostrar cómo se vive dentro del mundo de la élite deportiva desde uno de los mejores centros de alto rendimiento, ¡me atrevería a decir del mundo! Aunque esto puede sonar a cuando tu abuela te dice que no hay nadie más guapa, más inteligente y más simpática que tu… Pienso que realmente es un lugar de excelencia para cualquier deportista.

Pues en una de las asignaturas de la uni nos mandaron crear una pieza audiovisual en grupo que mostrara algo con "una perspectiva diferente de la que solieran dar los medios de comunicación”. Y al final terminamos todos metidos en la piscina del CAR grabando cómo se ve la sincro desde dentro.




Espero que nadie juzgue este audiovisual de novatos como si fuese un tráiler de Hollywood o algo así. El video intenta mostrar la parte del deporte que nadie ve: la preparación previa, lo que pasa por debajo del agua etc. Tengo que reconocer que con un minuto de video era prácticamente imposible transmitir todas estas ideas, aparte de que nos pasamos un día entero grabando y editando como locos, así que no fue un trabajo fácil. Pero lo más importante es que aprendimos a utilizar herramientas que antes desconocíamos por completo, nos pasamos horas riendo mientras mirábamos los resultados finales y fue una experiencia de grupo muy positiva.

Para constatarlo os dejo también con las típicas tomas falsas que pasan inevitablemente cuando estás grabando y te coge la risa floja o haces el ridículo sin darte cuenta. Los protagonistas de este curro son Laia Galià, Núria Lázaro, Anna López, Clara Torres, Jordi Velert y la aquí presente.