viernes, 3 de abril de 2015

El nido del cuco

Como comprenderéis, más de 10 horas de entreno al día serían totalmente imposibles sin un descanso intermedio, y este descanso intermedio no tendría sentido sin una buena siesta.

Para las que son de fuera y viven en el CAR las condiciones de una siesta decente han estado siempre garantizadas: cama, sábanas, ventanas con persiana, silencio... Pero para las que no tenemos habitación la cosa se complica.

Hace años (en generaciones antiguas) el momento siesta de las externas consistía en buscar el rincón con más sombra del césped, asaltar el gimnasio de artística para estirarte en la primera colchoneta que pillaras o directamente tumbarte con los brazos cruzados encima de la mesa de la cafetería cual indigente.

La foto peor tomada de la historia que ilustra una realidad:
siesta en el césped con fantástica mochila reposapies

Así pues, para poner fin a esta trágica situación, decidimos pasar a mejor vida y solicitamos un espacio para poder descansar entre el entreno de la mañana (de 8 a 14h) y el de la tarde (de 16 a 20h). 

Al principio nos dieron una habitación de cuatro, con el pequeño inconveniente de que éramos seis. Irene, la más práctica, se desentendió del tema y acabó siendo adoptada en la suite nupcial de Thaïs, mientras las otras: Andrea, Ona, Paula, Cris y yo nos pasábamos el día haciendo una remasterización del “juego de las sillas” a camas. Porque, entre tú y yo, aunque siempre hemos sido muy respetuosas entre nosotras, la hora de la siesta es sagrada y el tema acabó siendo una locura de “marica el último”. Y la que se quedaba fuera... ¡A buscarse la vida! Además cada dos días nos cambiaban el número de habitación, según la distribución de las diversas concentraciones deportivas en el centro, cosa que si olvidabas te podía llevar a una situación bastante incómoda y surrealista entrando en un cuarto lleno de chicos musculosos hablando en  alemán cuando en realidad tu esperabas encontrar a tus compañeras durmiendo en la cama…

Total, que con tanto lío en vez de descansar nos cansábamos todavía más y finalmente el CAR habilitó un despacho con algunos colchones y mantas en el suelo para que las niñas de sincro pudiesen hacer la siesta de una vez. Automáticamente ese espacio fue bautizado como El nido del cuco, sea en honor a la película de Jack Nicholson (si la habéis visto igual atáis cabos en relación a nuestra salud mental), sea por nuestra pinta de pajarillos enjaulados, o por la ironía de varios trabajadores del CAR que en realidad nos quieren un montón.

Un guiño a Ramon: promotor del nombre de la sala e inventor de este súper llavero!

Actualmente, como somos unas cuantas más, El nido del cuco ha sido trasladado a un espacio mucho más grande donde dormimos rollo patera. Pero, aun y así, la esencia del lugar sigue siendo la misma. Además de dormir solemos comentar la jugada, nos acordamos de aquello y de lo otro y siempre hay el típico momento de complicidad cuando sabes que la de al lado está despierta y a una le da tal espasmo que tira los cojines por el suelo o se pone a soñar en voz alta… Nos miramos con la típica risa disimulada para no hacer ruido, pensando que en unos minutos cuando nos sumerjamos en la merecida siesta nosotras estaremos igual.


Momento donde algunas se encuentran en la fase REM mientras las otras la iniciarán en pocos minutos

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