martes, 20 de octubre de 2015

Ni un céntimo en pinzas

Hace unos meses terminaba una de mis publicaciones con esta frase:

"El próximo día os presento a la única persona que conozco en todo el mundo que nunca viviría las típicas situaciones límite con las pinzas de la nariz (que se te caigan en una competición, que alguien te las tire sin querer y se te pongan los ojos en blanco de la asfixia...) porque es capaz de hacer sincro sin ellas".

Así que por fin, el "próximo día" ha llegado. Ella es una de las nadadoras más excepcionales de nuestro deporte, medallista olímpica, mundial y europea durante casi diez años consecutivos (desde 2002 hasta 2007) en la modalidad de solo y dúo. Su gran agilidad y capacidad expresiva la han convertido en un icono de la sincronizada y actualmente colabora y asesora a algunos equipos del panorama internacional desde el ámbito artístico.

Las imágenes hablan por si solas.




Si no practicas sincronizada, éste video puede parecerte una simple anécdota, pero para nosotras podría llegar a ser el sueño de nuestras vidas! Imagínate la energía que gastamos en comprar pinzas cada dos por tres, guardarlas en las mejores condiciones para que no se estropeen, bucear hasta el fondo de la piscina cada vez que se te caen, sufrir 5 veces más otitis que Virginie por culpa de bajar tantas veces hasta el fondo (donde te pitan mucho los oídos), tener constantemente el sexto sentido activado por si alguien te da una patada y tienes que ponerte las de recambio, estar pendiente de comprar más pinzas todavía por si se terminan las de reserva, gastar botes y botes de crema para que en los entrenos largos no te quede la nariz como el amigo Rudolf... Y creo que no me dejo nada.

Solo con pensarlo... Poder saltar al agua sin ningún artilugio metálico oprimiendo tu nariz, ni que te ponga la voz de sinusitis aguda o azafata de avión haciendo discursos por el altavoz ni que tampoco modifique tus facciones faciales... Sería lo más.

Pero de momento tendremos que dejar este privilegio para Virginie Dedieu. El día en que llegó al mundo su cuerpo decidió que iba a practicar un deporte acuático. Sobretodo alguno que implicase dar el máximo de volteretas, giros y tirabuzones por el medio, y así aprovechar su don excepcional. De pequeñas, con Ona, Paula, Irene etc. veíamos boqueabiertas sus solos por la tele o le pedíamos autógrafos en la salida de las competiciones en plan grupies y hoy la tenemos como referente nadando a un metro de nosotras. Y después de tantos años, verla moverse en perfecta consonancia con el agua nos sigue poniendo los pelos de punta.

jueves, 8 de octubre de 2015

El corredor de la muerte

Llevas un año preparándote para ese momento, y aunque lo has repetido decenas, cientos y millares de veces te tiemblan las piernas. “Te piernan las tiemblas”, que diría alguna en pleno ataque de pánico irracional…

El tema es que vas a saltar en una piscina, como siempre, acompañada por tus siete compañeras de siempre y que cuando suene el “piiip” van a nadar contigo al ritmo de la música, como habéis hecho siempre. Hasta aquí todo bien. Pero no olvidemos un pequeño detalle: puede ser que en esa piscina haya más de 10.000 personas esperando ver tu actuación, y des del sofá de su casa otras tantas. De todo el mundo. Además de los jueces que a pie de piscina, unos metros por encima del agua, estarán examinando con lupa cada uno de tus movimientos.

Justo antes de salir

Así que llevas todo el año preparándote pero de repente llega el momento y piensas: "Manual de instrucciones por favor? Alguien puede parar el tiempo para asumir la magnitud de todo esto?"

Afrontar este tipo de situaciones, donde la presión es tan palpable que hasta podría sacarte un ojo, requiere que trabajemos muchísimo la cabeza. Visualizamos las coreografías, entrenamos bajo diferentes estímulos, preparamos el cuerpo frente a posibles imprevistos, ensayamos simulacros de competición, analizamos nuestro comportamiento para prevenir situaciones de estrés descontrolado…

Y entonces llega. Estás en la competición y te llaman para presentarte con tu equipo a la siniestra y terrorífica “cámara de salida”. The last call room. Así en inglés incluso parece el título de una película de miedo. La típica donde un grupo de jóvenes queda atrapado después de una intrigante y espantosa persecución… Pero no. Allí es donde todos los equipos de la competición pasamos los “últimos minutos” antes de salir a actuar.

Como más importante es el campeonato, más seguridad, restricciones e instrucciones existen para hacer el simple acto de: ir hasta la piscina y nadar. En este caso nos trasladamos al mundial de Kazan...


El camino hasta la piscina de competición


Normalmente suele haber un pasillo que conduce a una primera sala de reconocimiento. Nosotras lo solemos llamar el corredor de la muerte porque en ese momento te parece lo más lóbrego y tenebroso del mundo. Y también porque, todo hay que decirlo, somos bastante exageradas. Empiezas la excursión con alegría, haciendo alguna broma con tus compañeras, pero con cada minuto que pasa tu corazón multiplica exponencialmente su frecuencia cardíaca y tienes que poner en práctica todos los métodos de autocontrol que se te ocurran. Todas intentamos disimular los nervios para no asustar a las demás pero por dentro… Como describirlo… Parece que tengas en tu estómago una tribu africana bailando una danza étnica con lanzas y fuegos artificiales.

Primeros pasos en el corredor de la muerte de Kazan 2015.
Frecuencia cardíaca normal, nivel de locura alto.

Último repaso

Avanzando por el pasillo llegas a la susodicha sala. Allí, te encuentras con algunos equipos y a una mujer acreditada y bastante seria que con una libreta pasa lista de las titulares del equipo. No fuese que estuviéramos ocultando alguna infiltrada. Después de este pequeño trámite repasamos la coreografía en un corro para visualizarla por última vez y transmitirnos toda la energía del mundo mutuamente.

En el sentido de las agujas del reloj y empezando por la izquierda:
Cristina, Paula, Alba, Clarita, Cecil, Sara, Txell y Clara.

Mientras tanto, otra señora también seria y acreditada va llamando a los equipos que actuarán delante del tuyo, con algunos de los cuales intercambias sutiles miradas felinas. Y finalmente la mujer que controla el paso se acerca para invitarte a seguir con la expedición. Este es el último tramo del pasillo, todavía mucho más lóbrego y tenebroso que el primero y habitualmente frío, por lo que todas vamos bastante tapadas y disfrazadas con los calcetines por la rodilla y el albornoz de maruja del quinto. Un auténtico pase de modelos.

Llegando a la piscina con las entrenadoras de "coche escoba".
No fuese que a alguna le diera una pájara inesperada por el camino.

Durante ese trayecto (que igual son 10 metros pro a ti te parecen 280, y si hay escaleras ni te cuento) ya empiezas a oír la música de los otros equipos, que ya están compitiendo, y eso te pone los pelos de punta. Para colmo te das cuenta de que comienzan a subir escandalosamente tus niveles de adrenalina, serotonina, bilirrubina... Y porque no te sabes más, que si no también te subirían.


Puesta a punto

Y por fin te encuentras en la Last call room con los dos equipos que te preceden. Es el último paso antes de competir y cada una empieza con sus rituales y ejercicios de calentamiento. Aunque unas horas antes hemos entrenado en el agua, necesitamos activarnos justo antes de nadar. El ejercicio dura solo 4 minutos y debes empezar al 100% de tus capacidades, desde que subes el primer escalón de la tarima.

Activando el cuerpo antes de salir.
Que nadie pierda detalle de la entrenadora rusa pasando sospechosamente por detrás...

Hay pocos momentos de tanta intensidad como la que vivimos en ese cuarto. Son momentos de concentración mezclada con euforia, la antítesis de seguridad y nervios, todo en uno. Cuando tu cuerpo está reclutando toda su energía para dar la mejor versión de si mismo, sientes como a tu alrededor se crea una áurea de fuerza indescriptible. Antes de que nos den esa “última llamada” nos cogemos de las manos en silencio, nos miramos las unas a las otras y depositamos toda nuestra confianza en ese momento en el que saldremos a hacer lo que hacemos siempre con más ganas que nunca.


Importantísimo la transmisión de buenas vibraciones